martes, 27 de septiembre de 2016

El Tiempo En Una Botella 16

Lo prometido es deuda, y les dije que no las dejaría a medias con esta historia.
Además aquí comienza la parte que me gusta…
Les agradezco muchísimo el cariño y el apoyo, siempre me gusta saber de ustedes.
Abrazos.
&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&
Capítulo 16

 Bella POV
-Me duele todo! – Me quejé al despertar de mi corta siesta y tratar de estirarme.
-No será para tanto – Dijo James rodándome y poniéndose de pie, y de paso dándome una sonora palmada en el trasero, que me hizo chillar.
-Si lo es! – Exclamé sobándome – Eres un bruto, voy a llegar a la feria caminando con piernas de alicate!
-Bien! – Sonrió satisfecho – Que a nadie le quede duda de que mi mujer está siendo bien cogida.
-Que vulgar – Dije haciendo un mohín travieso – Qué hora es?

-Las 4:15 pm – Respondió.
-Uy, estamos atrasados! – Dije saltando de la cama.
-No creo que nos dejen afuera por llegar unos minutos tarde, es una feria, no hay ni siquiera una puerta que nos puedan cerrar en la cara – Respondió él, tranquilo, observándome mientras yo corría como un pollo sin cabeza recogiendo lo necesario.
-Pero no me quiero perder los concursos! – Grité desde la ducha – Nunca he visto una escultura de mantequilla.
Al pasar frente al espejo constaté que gran parte de mi cuerpo estaba cubierto por moretones, en especial mi torso y caderas. Aunque ninguno era serio, ya que se notaban simplemente porque soy muy pálida. Habría que tener cuidado de no exhibirlos, o la gente imaginaría lo peor.
Lavé mi cabello y al salir lo sequé con la toalla y lo ordené con una media trenza que conservaba el largo, tal como le gustaba a James, que puso el grito en el cielo ante mi propuesta de cortarlo como las demás chicas de la época. No, a él le gustaba empuñar mi cabellera al besarme, como asiéndome a él, y yo adoraba ese primitivo gesto de posesión.
Sí James, tuya… Siempre tuya.
Mientras yo me arreglaba, James salió sin decirme dónde. Sólo sé que fue a pie, ya que las llaves de Blondie quedaron sobre el velador.
Como  sabía que pasaríamos el día en una feria rural, opté por la comodidad por sobre la elegancia, usando zapatos bajos, pantalones capri y una blusa a cuadros amarrada a la cintura.
Finalmente me puse loción y me vestí, extrañada de que James no llegara todavía, y cuando estuve lista, me senté en la cama a esperar.
Afortunadamente no esperé demasiado, de pronto la puerta se abrió de golpe y entró James prácticamente jadeando y cargando varios bultos que no alcancé a distinguir.
-Schatz! – Reclamé cruzando los brazos – Pensé que me habías abandonado!
 -Nunca! – Exclamó literalmente lanzándose sobre mí, pero sin aplastarme, porque me encerró en la jaula de su abrazo.
-Me arrugas! Me arrugas! – Reclamé pataleando y tratando de alisar mi blusa.
-No pensé que fueras una de esas chicas a las que les importa – Dijo frunciendo el ceño.
-Antes que nada, soy una chica – Dije empujándolo – Y segundo, hoy me quiero ver bien …Además no me queda mucha ropa planchada en la maleta…
-Compramos más en el camino – Se encogió de hombros
-Agh! Contigo no se puede – Dije sacudiendo la cabeza – Pero dime, adónde fuiste?
-A conseguir un par de cosas que necesitamos – Respondió sacando de una caja de cartón redonda un sombrero vaquero negro de fieltro, rodeado con un cordón de cuero negro y adornado con una hebilla plateada. Era condenadamente sexi, y me encontré mordiéndome los labios para no relamerme descaradamente.
-Necesitas un sombrero vaquero? – Susurré con voz ronca. Necesitaba verlo desnudo salvo por ese sombrero. El contraste con su cabello rubio cayendo sobre sus ojos… Dios! Quería regresar a la cama con él y hacerle cosas muy, muy sucias.
(De esas cosas que aprendí leyendo fanfiction…)
-La feria es al atardecer, pero no me quiero arriesgar a que me dé un rayo de sol que me haga brillar y arruinarlo todo – Respondió.
-Qué más trajiste? – Pregunté estirando el cuello, curiosa.
-Esto es para ti – Dijo extendiéndome una bolsa de cartón.
Lo abrí sin dilación, y descubrí que el contenido era un par de botas vaqueras de media caña, de color chocolate y aplicaciones de cuero verde y amarillo que formaban flores bordadas… Él las compró para mí… Botas vaqueras de verdad, no de disfraz. Para mí!
-Pruébatelas, deberían quedarte bien – Dijo pasándose la mano por la nuca, incómodo.
Me quité los zapatos con los talones lanzándolos a cualquier parte y me las puse de inmediato.
-Me quedan perfectas! – Lo abracé.
-Es sólo para que no te embarres ni te ensucies en el camino de tierra… – Musitó – No quiero que termines cojeando.
-No, es porque me amas – Canturreé.
-…Y porque te amo – Admitió con una pequeñísima sonrisa.
-Compraste botas para ti? – Pregunté mirando al paquete sin abrir.
-No tan llamativas como las tuyas, mi límite es el sombrero – Dijo mostrándome unos zapatos de cuero de caña alta envejecido y bastante parecidos a las zapatillas de lona marca Converse del futuro. Mucho más su estilo y más adecuados para combinarlos con su chaqueta – Son los primeros zapatos nuevos que uso en ni recuerdo cuanto tiempo – Comentó encogiendo los hombros – Pero los vi cuando fui a comprar tus botas y me gustaron – Dijo como esperando que lo regañara por el derroche.
-Me parecen perfectos – Dije besando su mejilla.
-No te importa que haya gastado tu dinero sin permiso? – Preguntó.
-En el mejor de los casos es nuestro dinero, no mío – Lo corregí - Y yo no hice nada para ganármelo. De hecho creo recordar que se lo robamos a Edward…
-Bien – Dijo simplemente – Porque gasté un montón.
-Cuando necesitemos más, lo robaremos – Dije acariciando su mejilla – No es como si hubiera cámaras de seguridad o bóvedas muy sofisticadas en los bancos…
-Eres increíble – Besó el lóbulo de mi oreja - Perfecta.
oooOooo
Al poco rato estábamos en Blondie rumbo hacia la granja de los Mckinnon. Resultó que estaba ridículamente cerca, pero aparentemente llegamos tarde, a pesar de ser apenas pasadas las 5 pm, lo que significó que no encontramos estacionamiento tan fácilmente.
Al final debimos dejar a Blondie mucho más lejos de lo razonable, y caminamos de la mano entre la creciente multitud. Quién hubiera pensado que una feria rural atraería tanta gente? En realidad, pensándolo bien, debí imaginarlo, porque estas personas a pesar de ser “vecinos” no tenían ocasión de reunirse o divertirse más que una vez al año. Sí, el condado completo estaba presente.
Busqué la rubia cabeza de Ingrid, y en su lugar mis ojos se cruzaron con los de Ilke, que nos hizo señas para que nos acercáramos a su puesto de venta de pasteles, ubicado estratégicamente bajo un frondoso árbol.
-Hola querida, todo bien? – Preguntó. James tenía mi mano entrelazada con la suya, de modo que no se notaba que no estaba usando un anillo de matrimonio.
-Todo maravilloso – Sonreí. James asintió.
-Pastel? - Nos señaló unos grandes trozos.
-Definitivamente – Respondí – Pero no antes de recorrer un poco, de lo contrario querré volver al hotel a dormir siesta.
Ilke sonrió, conforme con la respuesta.
-Ingrid me comentó que quería presentarles a John – Dijo Ilke.
-Sí, yo nunca he conocido a un vaquero de verdad, me muero de curiosidad – Confesé. James apretó un poco mi mano, como recordándome que lo único que me debía causar interés era él.
-Estará feliz de conocerlos, cada vez que se accidenta se deprime mucho. Su vida está en el circuito y cuando está en casa se siente como un gato encerrado en un cajón – Dijo Ilke.
-Debe ser difícil para Ingrid – Musité. Saber que cada vez que su marido está a tu lado sólo piensa en largarse otra vez…
-Oh, lo es – Asintió Ilke – Pero así lo conoció y dejándolo libre es la única forma en que ella lo conservará y él será feliz.
-Isabella! James! – Exclamó una voz entre la multitud – Vinieron!
Nos giramos para ver a Ingrid, usando un hermoso vestido floreado y arrastrando del brazo al vaquero más guapo que uno se pueda imaginar… Bueno, salvo por James, pero él no cuenta porque no es un vaquero de verdad.
Alto… Muy alto. Complexión fuerte, hombros anchos, tez bronceada, ojos de un tono de verde oscuro que me hicieron querer hundirme en ellos, y el cabello negro y corto asomando bajo su sombrero Stetson. Aunque sólo pudiera tenerlo con ella a medio tiempo, Ingrid era una mujer afortunada…
-Hola! – Grazné. No sé por qué los hombres guapos me cohibían, siendo que había sido novia de dos de los más deliciosos especímenes que caminan sobre la tierra, y me había codeado con otros… No lo sé, sólo sé que la belleza sobrenatural intimida.
John se acercó luciendo cabreado de tener que abrirse paso entre la gente mientras protegía su brazo herido, el que descansaba en un cabestrillo.
-Mira John, ellos son el matrimonio del que te hablé – Dijo Ingrid.
-Hola – Dije estirando mi mano hacia su mano sana.
-Hola – Dijo sonriendo un poco. Parece que lo que lo ponía de mal humor eran las aglomeraciones, no toda la gente.
-Soy Bella y él es James – Dije de sopetón apuntando a mi novio..
-Hey – Musitaron ambos, haciendo esa extraña cosa que hacen los hombres cuando se miran como evaluando quién tiene el pene más grande. Al final se soltaron, sin un ganador claro, ya que James no podía usar su superioridad física como vampiro, lo que lo cabreó enormemente.
-Cuándo llegaste? – Pregunté para romper el hielo.
-Hace un par de horas – Respondió.
-En todo lo malo hay algo bueno, y justo alcanzó a llegar para participar en la feria con el resto de la familia! – Exclamó Ingrid mirándolo con ojos de adolescente enamorada.
John rodó los ojos, exasperado. Claramente esta no era su idea de diversión, y como tampoco era la de James, así es que algo de camaradería masculina pasó entre ellos.
-Vas a presentar un ternero? – Le pregunté bromeado.
-No, voy a participar en el tallado de mantequilla – Dijo mirándome a los ojos, completamente serio. Ingrid le dio un codazo en las costillas.
-De verdad? – Susurré. Un vaquero y un tallador de mantequilla. Eso debía ser un espécimen único en el mundo, algo así como un Pie Grande de color morado.
-No Isabella, no es cierto – Rió Ingrid - John nunca participa en nada...
-Entonces… Qué haces durante la feria? – Pregunté.
-Si tengo la mala suerte de estar en el pueblo en esta fecha, lo que haría normalmente es beber cerveza con mis amigos – Respondió encogiendo el hombro sano.
-Si quieres ir a beber no te preocupes por nosotros – Respondí un poco decepcionada de que no alcanzaría a hacerle todas las preguntas que pretendía acerca de la doma de potros salvajes.
-Nah, mis amigos están aún en el circuito – Dijo negando con la cabeza.
-Voy al baño – Dijo James de pronto, desconcertándome. Me dejaría a solas con John? Con un vaquero? – Te voy a encontrar, no te preocupes – Susurró en mi oído.
Claro que me encontraría, mi aroma estaba por siempre impregnado en él!
Ok, eso fue raro, especialmente porque 1.- James no me dejaría voluntariamente a solas con otro hombre, ni siquiera uno casado, así como así y 2.- Porque él no necesitaba ir al baño!!!
Seguimos caminando por los puestos y encontramos a una señora anciana, digna y orgullosa, y sentada muy derecha. Era una de las mujeres Mckinnon, no sé si abuela o bisabuela de los chicos que corrían libremente por ahí.
Habría pasado de largo si no fuera porque en su puesto había una bandeja de manzanas caramelizadas de un profundo color rojo, que se veían simplemente deliciosas.
-Uuuuuh! - Exclamé dirigiéndome a ellas mientras tironeaba a Ingrid de una manga y a John de la otra – Cuánto? – Pregunté.
Apenas unos centavos. Elegí 3 manzanas y se las entregué a mis nuevos amigos.
Pagué, y al girarme estaba a solas con John.
-Ingrid? – Pregunté mirando para todos lados.
-Se fue a cubrir a su abuela, porque unos niños le derramaron pastel en el vestido – Respondió resoplando por la nariz.
-Oww, te tienes que ir a acompañarla? – Pregunté. No quería pasear sola.
-No – Dijo firmemente – no soy el tipo de hombre que se sienta a vender pastel.
-Ah, no? – Pregunté divertida pensando que la súbita seguridad en mí misma que sentía me la daba James y la huella de sus caricias que aún quemaban mi piel.
-No – Afirmó.
 -Qué clase de hombre eres? – Pregunté ayudándolo con el envoltorio de una de las manzanas confitadas mientras yo me comía una y guardaba la otra para después.
-La clase que adora competir – Dijo empujando mi espalda con su mano buena, guiándome entre la gente.
Llegamos a los puestos de juegos de tiro al blanco con un rifle de aire comprimido, el de lanzar bolas de calcetines viejos a una pirámide de latas, el de acertarle a la boca de un payaso de cartón pintado, etc.
-Tira – Me dijo poniendo unas monedas sobre el mesón y acercándome 5 bolas hechas aparentemente, de tiras enrolladas de goma y calcetines viejos – Si no puedo participar al menos puedo apostar.
-Tira tú – Respondí empujando las bolas hacia él.
-Tengo el hombro dislocado – Dijo entrecerrando los ojos, aparentemente no acostumbrado a que una chica se negara a cumplir sus caprichos.
-Tengo mala puntería – Respondí automáticamente, aunque no era necesariamente cierto. Lo que suelo tener es mala suerte…
-Lo peor que puede pasar es que no aciertes – Insistió.
-No, eso no es lo peor - Dije por sobre mi hombro, lanzando con todas mis fuerzas una bola que por supuesto no entró en el agujero y rebotó contra la pared, derribando una repisa cargada de conejos de color rosa.
-Decías? – Pregunté levantando una ceja.
-Eres un desastre natural – Respondió con una media sonrisa, pasando a otra caseta mientras el tendero maldecía recogiendo muñecos.
-Uh, disparan a los patos! – Exclamé al ver a un chico como de mi edad disparando un pequeño rifle – Tienes buena puntería?
-Claro – Respondió más honesto que fanfarrón.
-Que lástima que tengas el hombro malo – Le dije – O podrías llevarle el premio a Ingrid, que se ve súper aburrida en su stand…
-Créeme que este premio no lo quiero – Bufó.
-Qué dan de premio? – Pregunté al ver que los trofeos no estaban exhibidos.
-Cerdos – Respondió rodando los ojos. En ese momento el chico que disparaba perdió su última oportunidad y  maldijo entre dientes, causando que un hombre mayor lo golpeara en la nuca, igual que como Rosalie solía  golpear  a Emmett.
-Cuida tu lenguaje Robbie, hay damas presentes! – Y lo increpó, y dicho esto escupió en el piso, muy cerca de mi zapato.
-Quiero disparar – Dije desafiante al encargado, poniendo dinero sobre la mesa. Él miró a John como preguntándole si estaba bien, y me cabreó que pensara que necesito un tutor legal para dejarme jugar a lo que se me plazca.
-Lo que a la señora se le apetezca – Respondió John en un tono frío. Un tono que no supe descifrar.
El encargado estudió mi mano izquierda y su falta de anillos, pero me forcé a ignorarlo. Quería un premio y la única manera en la que me podría acercar a conseguirlo, era tomando el toro por las astas y disparando yo misma el rifle.
 Aunque desde pequeña siempre odié la idea de cazar y matar animales inocentes, Charlie se encargó de que supiera manejar, armar y desarmar todas sus armas de fuego, supongo que para evitar que me disparara en el pie por error.
Este rifle era pequeño y se ajustaba bien a mis manos, su peso era ideal para mis brazos, y me sentí confiada en que podía ganar.
La cinta sin fin comenzó a funcionar haciendo desfilar los caricaturescos patos de lata pintada de color amarillo, y yo apunté cuidadosamente. Cuando estuve segura de haber calibrado mi cuerpo, disparé.
-Si! – Salté y me giré para chocar la palma de John, que me miraba atónito.
Lo ignoré por aguafiestas a él y al tendero y apunté de nuevo.
Balanceé mi peso, y disparé.
Y otra vez di en el blanco.
-Yuhu! – Levanté los brazos en señal de triunfo, ya que nadie quería chocar palmas conmigo. Algunos hombres se acercaron a mirar y las mujeres, desde sus puestos de comida, conservas y bordado, se morían de la curiosidad por no poder acercarse a ver  qué pasaba.
Apunté.
Y acerté.
Cinco veces.
El tendero estaba cabreado y yo me volví más osada.
-Otra  vez, ya gané uno, ahora quiero un cerdito para James – Dije sacando más dinero de mi bolsillo, a la espera de que me entregaran mi premio, que no se veía por ninguna parte.
-No creo que sea buena idea – Susurró John acercándose a mí, protector – Ese hombre acaba de perder un buen montón de dinero, y nada menos que contra a una chica!
-Montón de dinero? Pero que pedazo de tacaño. Cuánto puede costar un muñeco? – Pregunté.
-Ah…? – Preguntó John luciendo confundido, pero fue interrumpido por una voz en un parlante que nos invitaba a la carpa principal, donde se daría comienzo al concurso de tallado en mantequilla, auspiciado por una granja lechera local, que regalaría los insumos necesarios.
Como era un concurso que se observaría en vivo, no podía ser de piezas demasiado grandes, por lo que las dimensiones a trabajar se limitaron a bustos de personajes literarios ficticios o históricos, y que se debían terminar en un plazo de 90 minutos, por lo que serían poco más que “bocetos”, pero suficientes para que los jueces observaran la técnica de los concursantes.
Eran en total 8 artistas, sentados frente a enormes bloques de mantequilla, y posicionados en una mesa en forma de U.
El representante del auspiciador, un señor gordo y rosado, dio un discurso y la partida, y los concursantes empezaron a trabajar.
Fue un poco anticlimático, porque el proceso no era muy distinto a modelar tallando arcilla, así es que después de unos 20 minutos comencé a aburrirme y a divagar, y miré a John, que estaba aburrido desde hacía 2 horas.
-Nos vamos a dar una vuelta? – Pregunté.
-Siempre que no sea para seguir tirando al blanco – Me dijo.
-Hay algo más que hacer? - Pregunté.
-No mucho – Dijo – Está la exhibición de ganado y las carreras de barriles de los niños.
-Niños sobre barriles? – Pregunté entusiasmándome.
-No Isabella! – Exclamó él soltando una genuina carcajada – Carreras a caballo en las que corren de un barril al otro trazando un ocho en su recorrido. Se mide el tiempo y el si se tocó al barril.
-Suena polvoriento – Dije arrugando la nariz.
-Oh, lo es – Me dijo con una sonrisa.
-Quiero recoger mi premio antes de que regrese James – Dije.
-Vamos – Suspiró – Pero nada de tratar de participar otra vez.
-No entiendo – Dije – Qué tiene de especial mi premio?
-De verdad no lo sabes? Pertenece a una de las mejores líneas del país – Dijo guiándome a un galpón donde se guardaban los animales de competición.
-Un buen fabricante? – Pregunté.
-Dímelo tú misma – Dijo señalándome una pesebrera. En ésta había una mamá cerda recostada en paja limpia con sus bebés cerditos. Eran lo más adorable del mundo, pero lo que verdaderamente tenían de especial además de ser obviamente animales de pura raza, es que eran cerdos miniatura.
-Oh! – Exclamé llevándome las manos a la boca, tratando de contener la explosión de ternura en mi interior – Pensé que había ganado un muñeco de peluche – Murmuré.
-El juego que ganaste es el más difícil y tiene el mejor premio. Ganase un cerdito, y si no lo quieres, aquí mismo vas a encontrar al menos 10  compradores interesados que te darán buen dinero. La raza se está introduciendo de a poco en el país, y los purasangre son escasos.
-Claro que lo quiero! – Exclamé sin pensar un segundo en la logística del asunto.
-Bien, no hace falta que te alteres, elige – Dijo John gesticulando a la camada.
Había cerditos blancos, cerditos rosa, cerditos marrones y hasta uno negro. Pero el que se ganó mi corazón fue el más pequeñito, manchado como un dálmata, que corría de un lado hacia el otro tratando de amamantar sin que sus hermanos, más fuertes y grandotes, le dieran la oportunidad.
-Ese! – Lo apunté.
-Ese es el peor de la camada Isabella, el más débil! – Dijo John decepcionado.
-Por eso lo quiero, es el que más me necesita. Además cuando yo lo alimente como corresponde ya no va a ser débil – Dije desafiante.
-Como quieras… - Me dijo rodando los ojos, y se fue a hablar unas palabras con el encargado.
Yo me agaché y con infinito cuidado tomé en mis manos al cerdito, que acurrucado cabía en una de mis manos. Confirmé que efectivamente era varón y me lo acerqué al pecho, donde él buscó mi calor y gruñó contento moviendo su colita como un perro.
-Me lo puedo llevar? – Pregunté.
-Firma, recibe el certificado de propiedad y estás lista – Dijo John con los papeles en la mano.
Hice maromas para firmar apoyada en la puerta del establo, ya que no quería soltar al cerdito, y cuando al fin tuve en mi poder los papeles correspondientes, me los metí al bolsillo trasero del pantalón.
-John! Viejo, Ingrid te está buscando como loca por todos lados! – Dijo un hombre joven entrando al establo y mirando a John y luego a mí, como buscando rastros de paja en nuestro cabello que nos delatara.
-Qué quiere? – Preguntó John fastidiado.
-No sé, pero creo que su problema parte en que su marido ha paseado frente a todo el condado riendo con otra chica – Respondió burlón.  Creo que se burlaba más de Ingrid y sus aprensiones que de nosotros.
-Ándate! – Exclamé de inmediato empujándolo con mi mano libre.
-No voy a huir como si hubiera hecho algo malo – Dijo desafiante.
-No arriesgues problemas por mi culpa, después de mañana lo más probable es que no nos volvamos a ver, pero Ingrid va a seguir estando – Razoné.
John suspiró.
-Llevo toda la semana furioso, respirando fuego, y sé que no soy buena compañía para nadie – Admitió - Pero pasé un buen rato paseando a tu lado. No exigiste saber qué estaba pensando ni me presionaste para que saludara o participara. Te lo agradezco Isabella, fuiste un pequeño oasis – Me extendió su mano para tomar la mía y hacer una pequeña reverencia.
-Espero que te recuperes pronto, y que tengas mucha suerte en el circuito… Y no seas tan duro con Ingrid, ella todo lo hace porque te quiere…
-Me ahoga con sus atenciones – Murmuró – Es por eso que nunca quiero estar en casa – Admitió.
-Se lo has dicho? – Pregunté.
-No, claro que no! – Exclamó choqueado ante la mera sugerencia.
-Por qué no pruebas ser honesto? – Pregunté – Sé que no es asunto mío, pero este es un problema que es posible solucionar.
-Rompería a llorar – Argumentó.
-Y no lloraría más si un día decides no regresar? – Pregunté suavemente.
Nos quedamos en silencio unos segundos hasta que él asintió.
-Buena suerte Isabella. Espero que tu marido sea lo suficientemente hombre como para merecerte – Y dicho esto, se alejó.
-Lo es! – Grité antes de que desapareciera por la puerta – Si lo es! – Dije hablando como bebé a mi cerdito – Sisisisi, papi es todo un hombre, a que sí…
El hombre que me había dado a firmar los papeles me facilitó un biberón, y acunando entre mis brazos al cerdito como un bebé, le di de comer.
Estaba sentada en el suelo sobre un montón de paja jugando con el cerdito cuando apareció por la puerta James.
-Isabella, qué haces jugando con esa cosa? – Preguntó arriscando la nariz – Devuélvelo, necesito hablar contigo…
-James, Schatz, acércate a conocer a Jojo – Dije radiante estirando las manos hacia él.
-Jojo? – Preguntó confundido.
-Claro – Asentí – Así llamaremos a James Junior, nuestro bebé.
&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&

Espero que les guste…

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

No olvides comentar!!!

Calendario